Allí
estaba cenicienta, admirando su bellísimo vestido, los elegantes accesorios de
diamante, y los delicados zapatos de cristal mientras se dirigía al
palacio; entonces recordaron que a media noche todo aquello volvería a su humilde
origen. Asomo la cabeza por la pequeña ventana y pidió al cochero que cambiara
de dirección y se encaminara a la más cercana casa de empeño.
Entonces
no habría príncipe, ni boda, pero al menos ella sí tendría un final feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario